La colecta propuesta por Utrillo no prosperó, pero sí se constató, a partir de ese momento, la necesidad de adquirir un cuadro de Picasso y de estrechar el contacto entre él y los círculos artísticos catalanes.
En febrero de 1918, pocos meses después de la partida de Picasso de la ciudad condal, su amigo de los años de bohemia parisina, Ricard Canals, le escribió una carta en la que se avergonzaba de la ausencia de obras de Picasso en el museo y le invitaba a participar en la Exposició d’Art de 1919, como integrante de la asociación Les Arts i els Artistes, de la cual Canals era presidente.
Siguiendo esa misma línea, en agosto de 1918, la revista Vell i Nou dedicaba el número a Picasso, con la reproducción de Arlequín en la portada y la publicación de un artículo de Joan Sacs (pseudónimo de Feliu Elias), en el que hablaba del arte picassiano desde su marcha a París, a principios de siglo, hasta las últimas obras realizadas en Barcelona, en las que «al costat del seu cubisme voluntariament trascendent vol cultivar el Realisme més desinteressat».
De alguna manera, esta publicación llegó a manos de Picasso y él pensó que el redactor del artículo era Miquel Utrillo, detalle que le fue desmentido por Angel Fernández de Soto en una carta del 17 de noviembre, en la que le insistía para que participase en la exposición que se estaba organizando y le comentaba que le parecía una espléndida idea su propósito de donar Arlequín. Sea como fuere, entre noviembre de 1918 y enero de 1919, Picasso consolidó la donación de la obra, tal como se desprende del artículo «La liberalidad de Picasso», publicado en La Publicidad el 17 de enero. Allí se menciona: «Pablo Picasso ha querido desprenderse de una de sus obras más importantes y más recientes en provecho de nuestro desdichado Museo de Arte Moderno. Picasso nos regala una de sus telas recientemente ejecutadas en Barcelona, su “Arlequín” de medio cuerpo, que reproducimos en estas mismas columnas».
También en una misiva, fechada el 11 de marzo, Canals le pide autorización para exponer las obras pintadas dos años antes en Barcelona, custodiadas por la familia de Picasso, para poder mostrarlas junto a «la que has tenido la deferencia de ceder desinteresadamente al museo». Finalmente, en la Exposició d’Art que tuvo lugar entre el 28 de mayo y el 30 de junio de 1919, la asociación Les Arts i els Artistes presentó ocho obras de Picasso, entre las que destacan La Señora Canals [Benedetta Bianco], de 1905, Blanquita Suárez, El paseo de Colón y Arlequín, de 1917. En las páginas 68 y 69 del catálogo, se referenciaban las obras expuestas; con el número 517, aparecía Arlequí (Ofert als Museus Artístics Municipals), cuya reproducción podía encontrarse en la lámina catorce.
Concluida la exposición, en una nueva carta, Canals adjuntaba a Picasso una comunicación de la Junta de Museos en la que le agradecían la donación y le aseguraban que harían lo posible para adquirir otro cuadro, algo que nunca llegó a concretarse. Los problemas burocráticos entorpecieron una rápida formalización y no fue hasta 1921 que Arlequín entró oficialmente en el Museo de Bellas Artes, según consta en las actas de la Junta de Museos.