Hombre con boina

Aunque, durante sus años de aprendizaje en La Coruña, Picasso sigue unas pautas académicas rígidas, correspondientes a los patrones de enseñanza de la época, sus retratos y paisajes empiezan ya a cobrar relieve por su expresividad. Ejemplos de la profundidad de sus retratos en esta primera etapa son "Hombre con boina", "Viejo" (MPB 110.014) y "Hombre con barba", de la colección del museo.
Se trata de tres obras en las que Picasso no solo trabaja con gran precisión la expresividad de las figuras, sino que también experimenta con tamaños y formatos. Así, los lienzos "Hombre con boina" y "Viejo", si bien no son de grandes dimensiones, superan las que el artista había utilizado hasta entonces, en tanto que Hombre con barba está pintado sobre una pandereta.
"Hombre con boina" es un ejemplo especialmente relevante entre los retratos de este período. Picasso utilizaba como modelos tanto a familiares y amigos como a desconocidos, destacando en ellos algún rasgo que permitiese entrever su personalidad. En este caso, la dureza y el color rojizo de la piel del rostro, que parece curtida por el sol y el viento, fortalecen la expresión del personaje y evocan la vida al aire libre.
Picasso no se detiene a describir su vestimenta, sino que focaliza la atención del espectador en el rostro: en la espesa barba, rica en tonalidades que van del blanco al marrón pasando por el gris, y en la intensidad de la mirada. Los tonos amarronados de la barba se funden con los de la chaqueta estableciendo una gradación entre los límites del rostro del personaje y su atuendo.
La figura está de medio perfil y gira el rostro para interpelar directamente al espectador, una posición característica de la tradición del retrato español con la que Picasso se estaba familiarizando entonces. Hombre con boina constituye, así, una excelente muestra del interés que el joven artista tenía por el retrato ya desde el principio de su carrera, un interés que mantendría vivo durante toda su trayectoria.