Lola, hermana del artista, en el estudio de la Riera de Sant Joan
Lola, hermana del artista, en el estudio de la Riera de Sant Joan
Lola, hermana del artista, en el estudio de la Riera de Sant Joan
Dolores Ruiz Picasso, conocida familiarmente como Lola, fue uno de los modelos recurrentes en la etapa de formación del artista, al igual que los demás miembros de su familia. En los retratos de su hermana Lola, sin embargo, Picasso va un paso más allá, relegando a segundo plano el estudio psicológico para lanzarse a experimentar e innovar en el tratamiento de la figura.
Barcelona y la taberna Quatre Gats acercaron al artista a la modernidad catalana e internacional. Ramon Casas era entonces el retratista por excelencia y Picasso no solo pretendió emularlo, sino que se apropió de su estilo y lo superó. Revistas como Pèl & Ploma o Joventut mostraban la obra de artistas extranjeros y acrecentaron el interés del joven Picasso por París y por pintores como Edvard Munch —cuya influencia es más que probable en esta y otras obras de atmósfera tenebrista, realizadas en la primavera de 1899— o por los herederos del romanticismo, que buscaban trasladar al lienzo los misterios del paisaje.
Mientras, en obras anteriores, la ventana protagoniza la composición, en este caso son dos los elementos principales: la ventana y Lola. La ventana es la que marca la transición del paisaje interior al exterior y el elemento que divide el lienzo en dos partes bien diferenciadas a través del tratamiento de la luz y del cromatismo que se aplican. La atmósfera que domina el interior remite a la que se encuentra en obras coetáneas de temática más lúgubre pero anclada en escenarios igualmente oscuros y desdibujados. En cuanto al exterior, el pintor retoma los amarillos de algunos paisajes realizados en Horta de Sant Joan en 1898, aunque aquí aparecen muy intensificados, en busca de una luz irreal y cegadora.
Si en otros retratos de Lola se percibe la intención del artista de convertirse en un auténtico modernista, en este se evidencia su voluntad de acercarse a los modernos europeos y, posiblemente, en particular a la obra del citado expresionista Edvard Munch. Si bien se mantienen algunos aspectos propios del Modernismo, como el peinado y la vestimenta del personaje, en esta obra se abre un nuevo camino donde el espacio viene marcado por el color y donde la línea llega a desaparecer, como puede apreciarse en la figura de Lola y, más acentuadamente, en su rostro, que carece de rasgos.
Ubicada en
CP Sala 0455.5 cm x 45.5 cm
Donación Pablo Picasso, 1970
MPB 110.054