Recorrido histórico y museográfico por La Colección
El 9 de marzo de 1963 se abrieron las puertas del Palacio Berenguer de Aguilar de la calle Montcada de Barcelona. El público ya podía visitar el recién inaugurado museo llamado, en un inicio, Colección Sabartés.
Su historia, sin embargo, empieza mucho antes, en 1955, durante una de las visitas anuales que el secretario y amigo personal de Picasso, Jaume Sabartés Gual, realizaba a Barcelona.
Fue entonces cuando Sabartés inició las conversaciones para donar su colección particular a la ciudad con la que Picasso había estrechado vínculos afectivos durante su juventud. Entre las condiciones que Sabartés impuso estaba la de que su colección fuera la semilla del futuro museo monográfico del artista; Picasso, por su lado, se comprometía a aumentar los fondos del museo con donaciones personales.
Las negociaciones fueron largas y difíciles. Picasso no era precisamente amigo del régimen franquista, pero Sabartés no estaba solo: contaba con el apoyo y esfuerzo de todo un colectivo que le ayudó a presentar el proyecto museístico a las autoridades políticas del momento. El 27 de julio de 1960, en el pleno municipal de Barcelona, se acordó crear el Museo Monográfico Pablo Ruiz Picasso y habilitar el Palacio Berenguer de Aguilar (un edificio que el Ayuntamiento había adquirido en 1953) para su futura ubicación.
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La vinculación del barrio Gótico con Picasso es un factor que sin duda se tuvo en cuenta. Entre 1895 y 1904, sus calles fueron testigo de cómo un joven Picasso se desarrollaba personal y profesionalmente: allí amplió su formación artística, tuvo sus primeros talleres y frecuentó los locales emblemáticos que le facilitaron su integración en la vida social y cultural de aquel tiempo.
Sin embargo, la elección de la sede del museo también formaba parte de un plan estratégico municipal que pretendía frenar la degradación del barrio Gótico barcelonés y devolverle el esplendor de otras épocas, en que llegó a ser una de las zonas de mayor importancia histórica y patrimonial de la ciudad. Ya en 1947, la calle Montcada había sido declarada Conjunto Monumental Histórico Artístico, porque en ella se encuentran numerosos edificios de estilo gótico civil catalán que se debían preservar y proteger.
Las obras de rehabilitación del palacio se iniciaron en 1960. Si ya de partida el presupuesto era elevado, los imprevistos causados por la inestabilidad estructural del edificio, la ausencia de cimientos y los múltiples elementos patrimoniales que iban apareciendo no hicieron más que aumentar el costo y dificultad de las obras.
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Hoy en día, durante el recorrido expositivo, podemos encontrarnos con algunos de los elementos patrimoniales que nos trasladan esas mencionadas épocas de esplendor: los artesonados de los palacios Aguilar y de Mauri; el conjunto del salón neoclásico del siglo XVIII, ubicado en la primera planta del Palau del Barón de Castellet en cuya planta baja también descubrimos el artesonado de finales del XVI, decorado con papel impreso por xilografía e iluminado a mano. Las pinturas murales de la conquista de Mallorca (1285-1290), que se encontraban en la galería porticada del Palau Berenguer de Aguilar, pasaron a formar parte de los fondos del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) con la remodelación, en 1961, del edificio.
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Picasso supervisó la evolución de las obras durante los tres años que duraron desde Francia. Para ello, le hacían llegar periódicamente fotografías y documentos e incluso se le facilitó una maqueta desmontable para que pudiera apreciar mejor las modificaciones de los diferentes espacios históricos destinados a la musealización. Su implicación e interés en la rehabilitación del edificio del que iba a ser el primer museo monográfico de Picasso en el mundo no son en absoluto habituales y convierten al Museu en un caso excepcional, por ello y por el tipo de colección que custodia.
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Finalizada la remodelación, el palacio abrió sus puertas para mostrar al público las obras de Picasso procedentes de la colección particular de Jaume Sabartés y aquellas existentes, en ese momento, en los museos de arte de Barcelona. En aquel entonces, el recorrido museístico también contemplaba la planta baja del palacio, cuyas condiciones climáticas y sistema expositivo resultan, en la actualidad, no aptos para la preservación de La Colección.
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Desde sus orígenes a nuestros días, el museu ha ido modificando considerablemente su aspecto, tanto a nivel físico como a nivel museográfico. De un edificio, ha pasado a extenderse a las fincas contiguas hasta llegar a ocupar cinco, que acogen hoy las donaciones y adquisiciones que se han producido a lo largo de los años y que han requerido nuevos planteamientos museológicos y museográficos para adaptarse para la conservación de las obras.
En este proceso de expansión, son dos los momentos clave: por un lado, la donación que realizó Picasso, en 1968, de los 58 óleos que conforman la serie de «Las Meninas»; por otro, la donación que el artista hizo de las obras que, durante tres generaciones, había custodiado la familia en el domicilio familiar del Passeig de Gràcia en 1970: 236 pinturas, 1.149 dibujos, 17 cuadernos, cuatro libros de texto con anotaciones y dibujos de infancia, dos grabados y 40 obras de otros artistas que Picasso poseía en su colección personal.
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Ese mismo año, el Ayuntamiento de Barcelona impulsó y financió la primera ampliación del museo con la anexión de la finca contigua: el Palau del Barón de Castellet. El 18 de diciembre de 1970, se inauguró el nuevo espacio expositivo para presentar la nueva colección. En 1978, se empezó a trabajar en el proyecto de expansión definitiva de la sede que conocemos actualmente. El encargo se le realizó al arquitecto Jordi Garcés, quien lo llevó a cabo en diferentes fases: en 1981, se adhiere el Palau Meca; en 1999, se habilitan la Casa Mauri y el Palau Finestres, como espacios de exposiciones temporales; y en 2011, se construye el nuevo edificio donde se ubica el Centro de Conocimiento e Investigación.
En 2003 y 2008, tras una importante remodelación y adaptación de las salas de exposición de la colección permanente, esta pasa a ser distribuida en 22 salas de dimensiones y características muy diversas. El recorrido se realiza ahora de manera transversal a lo largo de la primera planta de los cuatro palacios medievales.
Los remodelados espacios diáfanos, amplios y versátiles, destinados a las exposiciones temporales y diseñados según los actuales criterios museográficos, se adaptan en función de las necesidades y pueden llegar a utilizar espacios de la planta baja o, incluso, de la segunda planta de la sede. El Museu atiende a la preservación y custodia de su gran legado gracias a la modificación del sistema expositivo de las obras, del mobiliario, del sistema de iluminación y otros muchos factores. La particularidad de La Colección y de su ubicación en un conjunto de edificios históricos se refleja en la museografía del Museu Picasso.
La Colección del Museu es única: nos permite observar el período de formación de Picasso, y situar algunos referentes del artista, que se reconocerán en su obra posterior. Además, es esencialmente de origen orgánico, con predominio de obra gráfica, pero también con soportes como tela, madera o cerámicas, entre otros. Debido a la naturaleza de los materiales, el control de La Colección debe ser muy riguroso y exhaustivo para asegurar una correcta preservación del fondo.
A lo largo de las décadas, han sido muchos los cambios realizados en materia de conservación preventiva. La estructura del edificio y sus características patrimoniales han dificultado cuestiones esenciales como la climatización, que pasó de ser individualizada por salas a centralizada en la década de 1980. Otros factores de degradación de las colecciones, como son la iluminación y los equipamientos museográficos, también han sido convenientemente actualizados gracias a la profesionalización en el sector de la conservación preventiva.
El equipo de Conservación preventiva y restauración del Museu tiene una herramienta de consulta incomparable en los fondos fotográficos custodiados en el Centro de Conocimiento e Investigación. Estas permiten descubrir cómo se mostraban las colecciones en el pasado o como eran los primeros equipamientos o el sistema expositivo de las obras. También han servido para valorar y analizar la gestión patrimonial de cada época y la evolución del estado de conservación en que se encuentra hoy en día La Colección.
Gracias a este análisis, se ha podido cuantificar el impacto del otro agente que, junto al clima, más puede afectar a las colecciones: la luz. La iluminación incandescente y tubos fluorescentes de los años 70 del siglo XX, dieron paso a los focos halógenos con reguladores de la intensidad lumínica de los 90; los focos del recorrido expositivo actual, están regulados, filtrados y, poco a poco, se van sustituyendo por fuentes lumínicas de tecnología LED.
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La incidencia de la luz natural también puede ser destructiva. Inicialmente, y durante años, las obras fueron exhibidas al lado de los grandes ventanales del edificio sin ningún tipo de protección. Hay fuentes documentales escritas en que se manifiesta cierta preocupación por este factor de degradación de las colecciones y aconsejan intentar colocar cortinas o postigos para controlarlo y evitar sus efectos. En la actualidad, muchas de las aberturas de estos edificios se encuentran tapiadas, con filtros en los cristales o protección reforzada con estores.
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Las fotografías también han permitido analizar los sistemas de presentación de la colección y comprobar cómo las vitrinas y los parámetros expositivos se adaptaron a la arquitectura del edificio. Resulta curioso, y un poco alarmante, observar cómo en algunas zonas se habilitaron muros con paneles de madera donde se colgaron las obras mientras que en otras se utilizaron vitrinas de cristal y hierro para exponer, a la vez y de manera indiscriminada, obras de diferente naturaleza y grado de fotosensibilidad, que se iluminaban con fluorescentes colocados en su interior. Incluso, se ha detectado la presencia de macetas con plantas en alguna de las salas de exposición. En mayor o menor grado, estas decisiones han influido en la preservación de la colección.
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En las imágenes de archivo también podemos discernir el recorrido laberíntico entre salas de dimensiones irregulares que inicialmente presentaba el Museu y el escaso control de acceso de público así como la ausencia de sistemas de seguridad. Además, se reconocen zonas que, actualmente, se consideran inapropiadas para la exhibición de La Colección, por sus condiciones climáticas.
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El fondo de Francisco Mèlich es imprescindible para evaluar el estado actual de las obras. En 1959, por voluntad expresa del propio Picasso, Mèlich fotografió todas las obras que se encontraban custodiadas en casa de su hermana Lola en Barcelona. Un total de 994 fotografías, en blanco y negro, que fueron enviadas al artista y que él utilizó para seleccionar las obras que donaría, en 1970, al museo. Éste se puede considerar el primer trabajo de catalogación de la colección y un referente indispensable para entender las intervenciones de restauración que se llevaron a cabo posteriormente.
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Tras el acta de donación, el Ayuntamiento recibió las obras el 8 de mayo de 1970 y las envió a los talleres de restauración del Museu d’Art de Catalunya para ser restauradas y expuestas en el Museu Picasso, a partir del 18 de diciembre del mismo año. La premura y falta de tiempo, impidieron realizar una reflexión pausada del estado global de la colección y su correspondiente propuesta individualizada por obra; el resultado de intervenir la práctica totalidad de las obras donadas en tan breve lapso de tiempo dio lugar a restauraciones poco personalizadas.
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La revisión del fondo de Francesc Mèlich está aportando mucha información sobre cómo era La Colección originalmente, recoge con precisión los emplazamientos específicos que tuvieron algunas de las obras más emblemáticas y nos ayuda a evaluar su estado de conservación actual.
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En estos últimos años, mediante equipos interdisciplinares de trabajo, el Museu ha impulsado el estudio científico de las obras, con técnicas de análisis preferentemente no invasivas, con la finalidad de profundizar en los materiales y técnicas empleadas por Picasso. Estos estudios someten a las obras a diferentes rangos de luz del espectro electromagnético, para una lectura multiespectral que nos permite acercarnos a sus procesos creativos.
























