Itinerario virtual por la Barcelona de Picasso
En este recorrido paseamos de la mano del joven Picasso para entender un poco mejor cómo la época prodigiosamente abierta a lo nuevo que le tocó vivir le permitió explorar los caminos que lo llevarían a la fama, gracias a su curiosidad, trabajo infatigable y genio creativo.
Conoceremos no solo la geografía de una Barcelona que aún conserva rincones característicos de los años a caballo entre los siglos XIX y XX, sino la humildad de las viviendas y espacios de trabajo que ocupó el entonces artista novel, y también quiénes fueron los compañeros que lo acompañaron entonces.
La Barcelona de Picasso es la de Ciutat Vella, la zona donde vivió, estudió, trabajó y disfrutó con un grupo de amigos con los que compartía intereses, diversión y pasiones artísticas. También es la Barcelona que dibujó y pintó ampliamente, le abrió las puertas a la modernidad y acabó por convertirse en la sede de un museo que alberga las colecciones más importantes del mundo de su periodo de formación.
La relación del artista con Barcelona empieza en 1895, cuando se instala aquí con su familia, y donde vive de manera intermitente hasta el año 1904, año de su traslado definitivo a París. A pesar de la distancia, la familia, que había fijado su residencia en la ciudad, y sus amigos lo mantendrán unido para siempre a ella.
La familia Ruiz Picasso llegó a Barcelona el 21 de septiembre de 1895, cuando Pablo tenía trece años. Se instalaron en una pensión muy cerca de la estación de Francia, frente a la Escuela de Bellas Artes, conocida popularmente como la Llotja. Allí el padre había obtenido una plaza como docente y Pablo iba a ingresar como alumno.
Este primer alojamiento, donde residieron muy poco tiempo, se encuentra en los bajos del número 4 del paseo de Isabel II, en uno de los bloques llamados els Porxos d’en Xifré (Porches de Xifré). Josep Xifré, que financió la construcción de los edificios, fue un comerciante y financiero de Arenys de Mar, uno de aquellos indianos que emigraron a Cuba a hacer fortuna. Fue, además, el introductor en España del movimiento religioso, filosófico y místico llamado teosofía, que tenía una fuerte aceptación en la época. Los Porxos d’en Xifré son edificaciones neoclásicas, con amplios soportales. En los locales a pie de calle se abrieron algunos comercios como la horchatería del Tío Nelo y el Café Cuyás, que luego se convirtió en el restaurante Set Portes.
Los Ruiz Picasso se trasladaron muy pronto a una vivienda más amplia y cómoda, en la calle Cristina esquina Llauder número cuatro, por donde se accedía. En realidad, se trataba del mismo bloque de casas de Xifré, pero por su parte trasera. Fue allí donde vivieron a lo largo del curso escolar 1895-1896.
Esta pequeña zona de calles entre el puerto y el Pla de Palau sigue conservando todo su sabor popular, en parte por las tiendas de artículos de ocasión y al mercadillo de objetos de contrabando que se despliega ocasionalmente en toda esta área.
En verano de 1896, los Ruiz Picasso se trasladaron a un barrio próximo, el de la Mercè. Esta zona antigua tenía un espíritu señorial y tradicional, porque allí se encontraba la iglesia dedicada a la patrona de Barcelona. Los Ruiz Picasso permanecieron en aquel piso alquilado incluso después de la marcha de Pablo a París. Cuando el artista regresaba de visita a Barcelona para estancias prolongadas –como la que realizó en 1917 con Olga Khokhlova– se instalaba en la casa familiar. El edificio, que hacía esquina con el pequeño callejón de Louis Braille, desapareció en 1981, con las obras que posibilitaron la creación de una plaza delante de la iglesia de la Mercè, una antigua reivindicación vecinal y necesidad urbanística.
Cuando Pablo tenía solo 14 años, su padre alquiló un estudio que compartió con su amigo Manuel Pallarès, a quien había conocido en la Escuela de Bellas Artes. En él pintó obras como Ciencia y Caridad (1897), que se encuentra en el Museu Picasso en la actualidad. El taller se encontraba en la calle de la Plata, llamada así porque se supone la existencia de un establecimiento en que se vendía plata destinada a la orfebrería.
Existen dos teorías sobre dónde se encontraba exactamente el estudio de Picasso.
Numerosos testimonios recuerdan que estuvo en el piso más alto de la casa número 5. La casa tiene mucho encanto y parece adecuada para albergar el estudio de un pintor. Otros, sin embargo, como es el caso de Palau i Fabre, creen que el taller estuvo en la buhardilla de la casa número 4.
Durante algunos meses de 1899, Picasso ocupó un nuevo estudio, cedido por los hermanos Cardona, cercano a la plaza Reial. Podría haber estado en el número 1 o en el 2 o incluso pudo haber ocupado espacios en ambos números, ya que los Cardona tenían más de una propiedad en la calle. En aquella época, el joven artista ya estaba más que familiarizado con Barcelona y era asiduo a las tertulias de la cervecería Els Quatre Gats.
En el mismo piso donde Picasso tenía su estudio había un taller de ropa interior femenina. Jaume Sabartés cuenta que «en momentos de descanso, a Picasso le gustaba hacer los agujeros de los ojetes de los corsés con las máquinas correspondientes». No era su única aproximación a las mujeres en aquellos tiempos bohemios: Picasso se inició sexualmente en los prostíbulos, como aquel de la calle de Avinyó que años más tarde inmortalizaría en uno de sus cuadros más conocidos: Les Demoiselles d'Avignon.
Su siguiente estudio, que ocupó durante 1900, estuvo en la misma calle en la que el pintor Ramon Martí i Alsina había tenido un taller: la Riera de Sant Joan. Pablo compartió aquel pequeño piso del número 17 con su amigo Carles Casagemas y, según parece, pintaron en sus paredes encaladas librerías llenas de libros, armarios, mesas bien servidas, sillas, sillones, un aparador con frutas, flores y monedas desperdigadas e incluso, una hermosa criada y un criado solícito que llenaron aquel espacio vacío en el que cohabitaban aquellos jóvenes artistas pobres.
Después del tercer viaje a París, en el invierno de 1903, (y tras haber pasado 1902 en otro estudio, junto a Àngel Fernández de Soto y Josep Picarol) Picasso volvió de nuevo al taller que había compartido con Casagemas, ya fallecido. Allí pintó, en 1903, La Vida, que hoy se encuentra en el Cleveland Museum of Art, en Ohio. El Museu Picasso conserva diferentes apuntes de esa obra decisiva de la época azul, en los que se puede rastrear la evolución que sigue el pintor para su realización.
En 1902, tras los dos primeros viajes a París, Picasso compartió un nuevo estudio con el escultor Àngel Fernández de Soto y el pintor Josep Rocarol, en la calle que entonces se llamaba Conde del Asalto. Su azotea, que tenía vistas a los terrados de la ciudad, era poco adecuada para pintar, por los cambios de luz y el bochorno del verano, pero tenía otras ventajas: estaba a tiro de piedra de la Rambla, siempre tan concurrida, y al lado del Edén Concert, uno de los principales escenarios del cuplé en Bacelona. Picasso acudía a la sala de fiestas a menudo con sus amigos y allí tomaba apuntes de las cupletistas que actuaban. En el estudio pintó los tejados y terrazas del viejo y decadente barrio y varias obras de la época azul.
A principios de 1904, Picasso ocupó el que sería su último taller en Barcelona. El piso más alto de este edificio pasará a la historia por haber albergado, de manera casi simultánea, a tres grandes artistas: el escultor Gargallo, el pintor Nonell y el propio Picasso. Gargallo dejó su estudio a Pablo Picasso, quien lo ocupó hasta su marcha definitiva a París, en abril de 1904.
En 1895, Picasso ingresa en la Escuela de Bellas Artes, conocida como La Llotja. La Junta de Comercio creó, en el piso más alto del edificio neoclásico al que se accede por la calle del Consolat del Mar, la Escuela de Bellas Artes, en la que estudiaron muchos artistas que o bien eran catalanes o bien vivían en Barcelona.
Cuando los Picasso, padre e hijo, entraron en la escuela como profesor de dibujo y alumno de 13 años respectivamente, su director era Antoni Caba. La enseñanza era eminentemente académica, lo que le permitió al joven Pablo perfeccionar su dominio del lápiz y el pincel y, sobre todo, trabar sus primeras amistades. Hoy puede visitarse esta escuela, en cuya interesante galería se exhiben numerosas obras de pintores académicos y de otros que superaron la estrechez de miras de la instrucción de la época.
Creada por Pere Romeu, Ramon Casas, Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo y otros en 1897, Els Quatre Gats era una cervecería que imitaba el cabaret parisino Le Chat Noir, de Rodolphe Salis. La intención de estos jóvenes era que en ella se albergara tertulias, conciertos, exposiciones y espectáculos de títeres y de sombras chinescas. El local estaba en los bajos de un hermoso edificio de Puig i Cadafalch, y se anunciaba como «gótica cervecería para los enamorados del Norte, y patio de Andalucía para los amantes del Mediodía». La cervecería propiamente dicha ocupaba la sala menor, con un gran cuadro de Casas en lugar preferente, y pósters de anuncios. Uno de ellos, utilizado como menú, era del propio Picasso. En la sala más amplia se hacían las exposiciones y los espectáculos.
Allí se editaban las revistas Quatre Gats, Pèl & ploma y Forma, y allí fue donde Picasso hizo su primera exposición pública en febrero de 1900. La cervecería se clausuró en 1903 y, posteriormente, fue ocupada por el Cercle de Sant Lluc que reunía hombres de tendencia bien distinta a los de la cervecería de Romeu. En el 5 de la misma calle se abrió, hace unos años, un local que lleva el mismo nombre de aquella gloriosa taberna artística.
En la Sala Parés, dedicada en aquel entonces al arte modernista, Picasso expuso en 1901 una serie de dibujos al pastel, en una muestra compartida con Ramon Casas.
El Guayaba, taller de Joan Vidal i Ventosa y lugar de reunión de artistas, nació por el afán inquieto de un grupo de estudiantes por tener un lugar donde trabajar. Uno de los visitantes ilustres del taller, por su relación y amistad con Joan Vidal i Ventosa, fue Pablo Ruiz Picasso. De una de las visitas que realizó queda un documento gráfico que se ha utilizado a menudo para ilustrar la relación de Picasso con Barcelona, y que Palau i Fabre comenta así al hablar de los amigos catalanes del gran pintor: «Sabemos que en primavera de 1906, Picasso vino a Barcelona, antes de ir a Gósol, en compañía de Fernande Olivier, y que visitó El Guayaba [...] De esta visita queda un testimonio valiosísimo, que es la foto que ha dado la vuelta al mundo hecha allí por Vidal i Ventosa.»
El local de la plaza de l’Oli fue derribado para dar paso a la Via Laietana y sus ocupantes se instalaron en Riera de Sant Joan, 17, el mismo edificio que habían ocupado Picasso y Casagemas y Lluís Bagaría. El local no tardaría en correr la misma suerte debido a la reforma del barrio de la Ribera.
Los frisos de la fachada del Colegio de Arquitectos de Cataluña, de 1960, son obra del noruego Carl Nesjar, sobre dibujos expresamente diseñados por Picasso. La senyera de la calle Capellans, evoca los coros de Clavé, los grupos de la ermita de Sant Medir y los «faunos» de la Arrabassada y Les Planes; el central, frente a la plaza Nova, lo protagonizan fiestas populares: palmas y palmones, gigantes, bailes folklóricos; el friso de los niños, en la calle dels Arcs, es un canto a la alegría de vivir. Dentro del edificio hay otros dos murales: el que representa Barcelona y el dedicado a la sardana.
El Museu Picasso, que se extiende en distintos edificios de la calle Montcada, abrió sus puertas en 1963. Por entonces sólo ocupaba el palacio Berenguer d’Aguilar, y permitió exponer al público la colección personal de Jaume Sabartés y las obras de Picasso procedentes de los Museus d’Art de Barcelona. Este fondo se vio incrementado, a la muerte de Sabartés, con dos importantes donaciones del artista: en 1968, la serie «Las Meninas» y, en 1970, las 921 obras de la colección de la familia Ruiz Picasso, que ese mismo año motivó la ampliación del Museu con la anexión del palacio del Baró de Castellet. Las donaciones de Jacqueline Roque y de los herederos de Picasso propiciarion que, en 1985, se anexionara el Palau Meca. Finalmente, el 26 de octubre de 1999 se inauguraron las obras de reforma de dos nuevos espacios –la Casa Mauri y el Palau Finestres–, que acogen las exposiciones temporales que programa el Museu.
Cuando Picasso viajó a Barcelona en 1917, se alojó en casa de su familia como siempre hacía, mientras que la que iba a ser su primera esposa, Olga Khokhlova, hizo lo propio en la pensión Ranzini cerca de allí, junto al resto de su compañía, los Ballets Russes. Así lo explica, por ejemplo, el director de su orquesta, Ernest Ansermet, en la revista DU: «En otoño [octubre 1917] dimos en Barcelona y Madrid diversas representaciones... Aquí [en Barcelona] estaba una vez más en el mismo hotel que Olga –todavía no casados– y Picasso venía cada día. También pintaba, a menudo, –desde mi balcón o el de Olga–, la vista de la ciudad con la gran columna erigida en honor de Cristóbal Colón.»