Picasso davant Degas

Picasso ante Degas

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Picasso davant Degas
Picasso davant Degas
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"Picasso ante Degas" es el primer estudio a fondo sobre la fascinación que Picasso siempre sintió por el arte y la personalidad de Edgar Degas, y sobre las profundas afinidades existentes entre las obras de ambos artistas.

Gracias a la amistad con los artistas más veteranos del grupo de Els Quatre Gats, Picasso adquirió en Barcelona algunos conocimientos sobre el impresionismo antes de visitar París por primera vez en 1900. Sin embargo, lo que terminó convirtiéndose en un diálogo sostenido con el arte de Degas, no empezó a desarrollarse hasta más adelante, en nuevas estancias parisienses y a raíz del contacto directo con algunas obras originales. Cuando, en 1904, se instaló en el edificio Bateau-Lavoir de Montmartre, Picasso se hallaba a pocos minutos de distancia del estudio de Degas. Además, ambos pintores tenían muchos conocidos en común en el mundo artístico parisiense —entre ellos, el legendario marchante Ambroise Vollard—, pero al parecer nunca se conocieron en persona.

Con impactantes emparejamientos y agrupaciones de obras de temática relacionada, la exposición examina a Degas a través de los ojos de Picasso y el modo en que la respuesta del artista español fue evolucionando y pasó de la emulación a la confrontación y de la parodia al homenaje. La muestra reúne piezas de técnicas diversas con el propósito de analizar la reacción de Picasso al reto planteado por la obra de Degas, y de poner de manifiesto la afinidad fascinante entre el pensamiento creativo y los métodos de trabajo de ambos artistas.

Richard Kendall y Elizabeth Cowling

Primeros años: dibujo y figura humana

A lo largo de su trayectoria, tanto Degas como Picasso centraron su interés principalmente en la figura humana. Esta obsesión hundía sus raíces en su inicial formación académica. A casi cincuenta años de distancia, los dos aprendieron a dibujar, haciendo copias de estatuas y estudios anatómicos del natural, así como copias de grandes obras figurativas del pasado. Degas no tardó en rebelarse contra este sistema, y emprendió un largo viaje de estudios por Italia. Picasso, que en su niñez demostró tener un talento extraordinario, encauzado por un padre que también era profesor de arte, no quiso completar su formación en la Real Academia de San Fernando de Madrid, y a los dieciséis años se reconoció próximo a estilos más abstractos y vanguardistas. Sin embargo, para ambos artistas el dibujo fue siempre la piedra angular de su obra, si bien Picasso, a diferencia de Degas, prefería dibujar de memoria y con su imaginación, en lugar de contratar a modelos profesionales.

París: Picasso descubre a Degas

Para Degas y Picasso, el Retrato sirvió de puente para dejar atrás los temas académicos y explorar imágenes urbanas de sus respectivas épocas. En 1899, Picasso se incorporó en Barcelona al grupo de artistas que se reunían en Els Quatre Gats y recibió la influencia de artistas catalanes. Entre otros, la de Ramon Casas, que había estado en París y conocía la obra de los impresionistas, incluido Degas. Los Retratos de fuertes trazos que realizó Picasso en los años del fin de siglo recuerdan no solo los de Casas, sino también los de Degas y sus seguidores en la capital francesa. Picasso visitó París por primera vez en 1900, cuando la fascinación y el prestigio artístico de esta ciudad habían alcanzado su punto más álgido. Se alojó en casa de unos amigos catalanes en el artístico barrio de Montmartre, donde descubrió con deleite sus famosos bares y cabarets y su vida callejera. Degas, que vivía muy cerca, tenía más de sesenta años y todavía era admirado por sus innovadores cuadros, en los que había representado esos mismos temas. Cuando se instaló a vivir en París, en 1904, Picasso ya había producido numerosas escenas satíricas de cabaret y reflejado en su obra algunas de las imágenes más famosas y polémicas de Degas, como En el café (L’Absinthe).

El mundo privado de las mujeres

A pesar de su fama de solterón empedernido y misógino, las mujeres llegaron a fascinar a Degas a tal punto que se convirtieron en una presencia dominante en toda su obra. Además de gran cantidad de Retratos notables por su empatía, inteligencia y franqueza, creó centenares de imágenes de mujeres en el baño, aseándose o peinándose, de las que han desaparecido los tradicionales temas mitológicos en beneficio de la contemporaneidad. En 1906, cuando las imágenes de toilette predominaron momentáneamente en su producción, Picasso adoptó una variante de clasicismo deliberadamente «primitiva», para la que se inspiró en el estilo audazmente sencillo de la última etapa de Degas. En 1918–1919, la venta póstuma de las obras que se hallaban en el estudio de Degas inundó el mercado de dibujos y cuadros desconocidos hasta la fecha. Fue entonces cuando renació el interés de Picasso por Degas, que ya nunca lo abandonaría. Picasso produjo con periodicidad y hasta el final de su vida series con escenas de este tipo, sin imitar nunca a Degas pero haciéndose eco de la obra de su predecesor en las poses de sus figuras y composiciones más características.

El Ballet: homenaje y humor

Degas era conocido por la generación de Picasso como «el pintor de las bailarinas». En su juventud Picasso mostró escaso interés por el ballet, pero su creciente fascinación por el arte de Degas acabó incluyendo también las imágenes del mundo de la danza creadas por este artista. En sus primeros años en París, elaboró varias obras en respuesta a la famosa Joven bailarina de catorce años de Degas, que seguramente conocía de oídas, y por reproducciones de estudios preliminares. Pero su familiaridad con las escenas de ballet de Degas se produjo después de la muerte del pintor, en 1917, cuando un gran número de estas obras fue expuesto en París. Picasso trabajaba entonces para el empresario ruso Serge de Diaghilev diseñando decorados y vestuario para su compañía de ballet, y acababa de conocer a su futura esposa, la bailarina Olga Khokhlova. Así como Degas representó a bailarinas en escena o recibiendo clases de danza, Picasso realizó varios bocetos de Olga y la compañía de Diaghilev. Diez años después aproximadamente, moldeó en yeso una serie de pequeñas figuras que evocan los bronces de bailarinas de Degas que había visto en una exposición reciente.

Las bailarinas bañistas de Picasso

Degas hizo esculturas de cera, yeso y otros materiales prácticamente a lo largo de toda su carrera, pero sólo una de ellas fue expuesta al público en vida del artista: Joven bailarina de catorce años. Después de la muerte del artista, en 1917, sus piezas escultóricas fueron fundidas en bronce: setenta y cuatro en total, casi todas representaciones de bailarinas desnudas. A partir de entonces fueron objeto de numerosas exposiciones, como la importante muestra de 1931 en París. Se sabe que Picasso acudió a verla, y es posible que le sirviera de motivación para moldear en yeso una serie de bailarinas de tamaño parecido. Ingeniosas e imaginativas, las bailarinas bañistas de Picasso parecen rendir homenaje a las de Degas, pero sin imitarlas.

Escenas de burdel: el artista voyeur

Los Monotipos en los que Degas representó escenas de burdel a fines de la década de 1870 tenían un atractivo especial para Picasso, quien había realizado sus primeras imágenes del mundo de la prostitución poco antes de su primer viaje a París, en 1900. Es posible que fuera Ambroise Vollard –el galerista que acogió en 1901 la primera exposición de Picasso en París– quien le descubriera al joven pintor este aspecto, a la sazón poco conocido, de la obra de Degas. Entre 1958 y 1960, Picasso al fin hizo realidad una vieja aspiración, al adquirir para su colección nueve Monotipos de Degas sobre el tema del burdel. La admiración de Picasso por estas obras se manifiesta plenamente en su producción de los últimos años. Las imágenes y la técnica de Degas recorren muchos de los grabados que Picasso realizó en 1968, y en marzo de 1971 concibió una serie de treinta y nueve aguafuertes en los que figura Degas como cliente de un burdel. Picasso, que estaba convencido de que Degas y su padre se parecían mucho, también veía en el artista francés a un álter ego, y siguió representándolo en sus dibujos hasta pocos meses antes de su muerte, a los noveinta y un años, en abril de 1973.

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